La mesa vacía

Entró en el restaurante al caer la tarde, tal como lo había previsto. Se sentó junto a la ventana de cristal. La luz de la calle iluminaba su mesa. No había anticipado el mantel púrpura: su camisa, del mismo color, le hacía parecer parte del decorado. Sacó de su bolsillo su pequeña libreta para escribir. No estaba acostumbrado a esperar; los años de soledad lo habían desadaptado a eso, pero mientras escribía, el tiempo parecía pausarse. Para él, esto era suficiente.

"Las sombras bailan,
los murmullos flotan,
la soledad se asienta,
el tiempo se agota.

Un eco distante,
un tiempo lejano:
habían risas y abrazos
en segundo plano.
Son solo huellas
de un alma errante,
un suspiro en el aire,
en la hora danzante.

Creen que soy luz,
más no lo adivinan;
soy solo un fragmento
que en sombras camina."

Cuando levantó la vista, no quedaba nadie. La puerta estaba cerrada, los clientes se habían ido y el ruido había cesado. Sin embargo, él no se había dado cuenta. No había ningún empleado, el piano había cesado, las luces se habían apagado; solo quedaba la luz que entraba por la ventana y su camisa, que se confundía con el decorado.

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